domingo, 3 de febrero de 2013

El desafío del Cuarto Poder

 
El desafío del Cuarto Poder

Tradicionalmente se han dividido los poderes políticos en tres clasificaciones: el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial. No obstante, y pese a la más que extensa literatura al respecto, debemos contar con un cuarto poder, el de los medios de comunicación. Y este obviado poder no es nada despreciable, sino que sin duda alguna es el poder más poderoso, valga la redundancia, puesto que condiciona e influye en los otros tres poderes.
En este ensayo quiero exponer cómo actúa este cuarto poder y, sobre todo, cuánto es el daño que es capaz de hacerle al sistema democrático.

Tal y como declaré con bastante reiteración en mi anterior ensayo acerca de la democracia, los tres pecados de este sistemas son el populismo, la demagogia y la utopía. Pues bien, los medios de comunicación siguen hoy una línea tóxica que no hace más que sumar piedras en la construcción de una sociedad perversamente informada y condenada por el cuarto poder al populismo y a la demagogia. De esto habla muy bien el profesor Fernando Vallespín, en términos de “democracia mediática” y, a la perversión de la que hablo, él la denomina como infotainment.

El Cuarto Poder en España está incentivando a la creación de lo que yo llamo la “sociedad del Sálvame”. Esto es, una sociedad que se basa en tragar religiosamente todo lo que le venga de la prensa sin importarle su veracidad o la forma en la que lo expresa. Una sociedad que es populista e idiota (idiota en los términos a los que me referí en mi anterior ensayo sobre la democracia) a causa de unos medios de comunicación empeñados en conseguirlo. Vallespín dice claramente que la política sólo aparece en los medios como un modo de espectáculo, porque es lo que vende. Y bien es cierto, viendo ciertos supuestos programas de televisión que hacen debates políticos, en los cuales se hace un análisis infantil de la política de dudoso carácter politológico. Además, los medios, en este ánimo de ofrecer espectáculo, someten a la política a un pobre lugar, dado su escaso valor de entretenimiento o espectáculo para el ciudadano con bajos niveles intelectuales, que es el que más televisión basura consume.
Es por ello que su presencia en los medios debe competir con una industria dedicada a fomentar la excitación y el esparcimiento de una situación de permanente rivalidad por aumentar cuotas de audiencia.

El resultado de todo esto es la creciente eliminación de programas de debate político serio, y la reducción de los existentes a la vulgaridad y el populismo. Estos síntomas descritos se engloban en el término de infotainment, y lo que ha producido es que la política sólo aparece en los medios cuando surge un escándalo que vulnera o se aparta de las normas establecidas, esto es, cuando hay pelea parlamentaria o cuando hay casos de corrupción.
Lo que describo lo estamos viviendo, ya está pasando, los medios de comunicación han tomado a la política como rehén,  como una forma de espectáculo y están generando un injusto mensaje que dinamita nuestra democracia y la política. Se ha producido un descrédito de la política por parte de un segmento de la ciudadanía, lo cual hace que se quiebre la estabilidad, que se tambalee el sistema, y todo ello basado en medias mentiras.

 
Esta realidad se vive con intensidad en el ejemplo de la corrupción. Los medios de comunicación ponen en primera plana que hay políticos involucrados e imputados en casos de corrupción. Esto lo que genera es una imagen ante la sociedad, es decir, lo que hacen los medios es ofrecerle a los espectadores que la política es eso, y no es eso ni por asomo. Partiendo de lo que destaqué anteriormente (que los medios sólo informan sobre aspectos políticos que puedan generar espectáculo), se ha generalizado la presencia de la política en los medios sólo cuando hay casos de corrupción, el resto de debate político pasa inadvertido, y es necesario señalar que lo que en los medios de comunicación no aparece no existe. Este es el verdadero peligro.
La ciudadanía se informa principalmente buscando la facilidad, esto eso, que ve principalmente la televisión y redes sociales, y con lo que allí les muestran en 25 segundos o 140 caracteres, el individuo se construye la generalidad. Es decir, aplicado al ejemplo, si los medios de comunicación de fácil acceso (televisión y redes sociales) muestran cada día sólo casos de corrupción, la población, al ir a lo fácil, se crea la percepción de que todos los políticos son corruptos. ¿Por qué me voy a molestar en investigar cuando me lo están diciendo en la prensa? Eso es lo que se pregunta el ciudadano tipo y contra ello hay que luchar.
 Así, la población se crea la falsa idea de que la política está corrupta, porque es que es lo único de la política que destacan los medios de comunicación.
Usted, que lee estas líneas, se debe preguntar una cosa: si ahora sale una notica de un político que no es corrupto ¿iba a tener tanta relevancia como el que salga uno diciendo que sí lo es?, me explico, se informa de un señor político que dice y demuestra que no ha robado nunca nada, que tiene una hoja de servicio público ejemplar y, por el contrario, imagínese que la prensa tiene junto a esa noticia, que representa al 99% de la clase política, otra noticia de un político que está imputado por hurtar dinero público. Y le hago esta pregunta, ¿a quién ponen en primera plana? Exacto, al golfo antes que al honrado. Con ello, los medios de comunicación crean una mala imagen de la política que copa los medios y tapa la buena cara mayoritaria de la política.
Y es que, pese a que por cálculos sencillos, hay una mayoría de políticos honrados, esos no salen en los medios, por lo cual la gente no se detiene a pensar que existen, y se centran en lo que les mastican en los medios, que es que hay casos de corrupción en la política. Según los datos hay 780 políticos en juicios de corrupción, que no condenados, cuidado, sólo están imputados, no hay sentencia que exponga su culpabilidad. En España hay 78.000 representantes públicos, es decir, que un simple cálculo matemático nos hace ver que el 99% aprox. de los políticos no son si quiera sospechosos de corrupción.
¿Esto sale en los medios de comunicación?, lamentablemente no, y lo que se acaba instaurando en la percepción social es lo contrario, es decir, que ese 1% se presenta como si fuera el 99% cuando no lo es.

La gente piensa lo que más fácil tiene pensar, es decir, que la gente piensa lo que le dicen los medios que piense, porque es lo más fácil. Lo difícil es que tras salir en los medios de comunicación un caso de corrupción, o una sentencia, estos se la lean detenidamente, investiguen, etc. Así, como la ciudadanía piensa lo que los medios les dicen que piensen, los medios tienen un gran poder dentro del estado, como decía al principio, es el poder más importante de los cuatro. Y debemos preguntarnos en este punto, ¿qué aparece en los medios?, el corrupto. El resultado de ello es que se generalicen los casos de corrupción a toda la clase política. Y como ya he reiterado, la gente normal opina lo que les es más fácil opinar y, si en los medios le ponen día sí y día también que hay corrupción, pues se acabará extendiendo el mansaje de que todos son corruptos, lo cual es comprobablemente falso.
Usted, lector, podría pensar que frivolizo los casos de corrupción, y nada más lejos de mi intención. Lo que trato es de colocarlos en su lugar, en el de la minoría.

Han aparecido a causa de lo dicho una serie de personas, un sector social que desde hace un tiempo a esta parte ha destrozado la presunción de inocencia social. Aquellos que acaban con la presunción de inocencia son personas que destrozan el estado de derecho y que, por tanto, están por civilizar. Estas personas que son el resultado del infotainment y del populismo y la demagogia mediática, demuestran con su ataque a la presunción de inocencia que no están preparadas para convivir en un estado democrático y de derecho, y hay que luchar contra ello.
Para evitar que el estado de derecho se corrompa por los propios ciudadanos debemos revertir el camino actual de los medios de comunicación garantizando, a su vez, la libertad de prensa.  Ese es el verdadero reto de nuestra democracia, responsabilizar e involucrar al cuarto poder en el esfuerzo por la estabilidad del país.

 
Para acabar quiero reiterar que la influencia y el dominio sobre la vida de la ciudadanía y la estabilidad del país que tiene el Cuarto Poder es real. Ese cuarto poder tiene un gran peso en un país democrático como España, puesto que es el poder que más puede influir sobre las cámaras legislativas, sobre el gobierno y también sobre la justicia. Y lo peor de todo ello es que ese cuarto poder actúa con irresponsabilidad y contribuye, como he declarado, al crecimiento de dos de los tres pecados de la democracia: el populismo y la demagogia. Y en este punto final, un deseo: ojalá el cuarto poder se dé cuenta de su grandeza y comience a actuar con responsabilidad.

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