jueves, 26 de abril de 2012

En defensa de la Monarquía


  
EN DEFENSA DE LA MONARQUÍA


En estos tiempos convulsos, cuando la crisis hace aflorar los sentimientos más populistas y la razón ve cubiertos sus ojos con una venda púrpura, se hace necesaria una defensa firme de la Monarquía, sobre todo la española, la cual está sufriendo los mayores ataques por parte del populismo más irracional de los últimos treinta años. Es ahora cuando la respuesta de los que siempre nos hemos posicionado del lado de la Monarquía como sistema más justo, democrático y eficaz, debe salir a la luz. He aquí la respuesta a los republicanos de un monárquico convencido, de un español que pese a todo, es leal al Rey.
Me gustaría comenzar diciendo que no me detendré a los debates que el populismo de este país ha sacando a  la luz, dado que se van del debate que enfrenta al sistema monárquico y al republicano. Al contrario, me voy a valer de argumentos para defender el sistema monárquico frente al republicano alejándome de populismo y centrándome en razonamientos.


Tanto el sistema monárquico como el republicano son sistemas exactamente igual de democráticos, exactamente igual de válidos para el libre pensamiento y las ideas democráticas. Este punto es necesario destacarlo, por las críticas del ala republicana española, al afirmar que esto es falso. El sistema monárquico es el más democrático en tanto que asegura la estabilidad y la instauración de la democracia en cualquier país, dado que La Corona es el principal instrumento del Estado para la defensa de la democracia frente a los ataques de posibles levantamientos. Esto fue demostrado allá por el veintitrés de febrero de 1981. La figura del Rey actúa como escudo de la Constitución y de la democracia, la guarda y la defiende con fidelidad. No me equivoco al afirmar que la Monarquía es el único sistema que asegura una democracia, dado que pese a que se pueda pensar que un Rey puede aliarse con un golpista, lo cual es evidentemente comprobable (como ejemplo, la dictadura de Primo de Rivera), este hecho, en una sociedad abierta, democratizada y plural es imposible por varias razones: vivimos en una sociedad con acceso a la información, una monarquía con cultura democrática, por lo que es imposible que pueda haber riesgo de que La Corona se posicione en contra de la Constitución y de la voluntad de los españoles. Otra razón es que constitucionalmente el Rey tiene el deber de “guardar y hacer guardar la Constitución” (artículo 61.1 CE), por lo que le es imposible aceptar un gobierno que no salga de la Constitución. Además, la Casa Real actual no es como la Casa Real de Alfonso XIII, dado que por los medios de difusión de la información y su avance, harían imposible que la ciudadanía no se posicionara en contra de la monarquía si ésta aceptase a un dictador, lo cual haría caer a la Monarquía en España, a lo que  no estarían dispuestos a arriesgarse los miembros de la Casa de SM el Rey.
Volviendo a la idea de lo democrática que es la ideología de nuestra monarquía, he de pronunciarme acerca de varios acontecimientos explicativos. Por si alguien dudase de la posición del Rey como un demócrata de los pies a la cabeza, me ceñiré a la historia. Yo defiendo la postura de que el Rey es un demócrata convencido pese a los múltiples vídeos que circulan por internet, donde se ve cómo SM Juan Carlos I, antes de ser Rey, era cercano a Franco y de hecho le “respetaba”. Ante esto, debo decir que quien utiliza tales grabaciones como argumento de que el Rey no es democrático demuestra una falta de cultura biográfica de SM el Rey, dado que es obvio que los monárquicos pretendieron desde el primer momento venderle a Franco a un supuesto “perfecto sucesor” con el objetivo de que llegado el momento le diese a la monarquía un carácter parlamentario y democrático. Plan que surtió efecto, dado que fue nombrado sucesor y dio la vuelta a una dictadura, dando a España una plena y moderna democracia. Me explico más profundamente: Con la llegada de Juan Carlos a España en 1948, Franco pretendió adoctrinar al Rey en base a los principios del Movimiento para así conceder a los monárquicos la promesa de instauración de la monarquía. Monárquicos que se habían enemistado con el franquismo por haberles engañado al ofrecerles Franco la codiciada Jefatura del Estado español y luego no dársela hasta casi 40 años después. No obstante, he de señalar una anécdota a este respecto, y es que Franco jamás se atrevió a sentarse físicamente en el Trono Real, modo de no enemistarse aún más con el sector monárquico. A todo esto, Don Juan (o Juan III para los monárquicos que consideramos su reinado en el exilio como válido), no cedió de buena gana dado que Don Juan fue tras la Guerra Civil un gran detractor de Franco, y no se fiaba de las intenciones del dictador. Don Juan, por el miedo antes mencionado, rodeó al Rey de sus más allegados y leales amigos, para asegurar que el Rey no cayese en las garras de la educación profranquista y apostase, llegado el momento, por una democracia en la que el pueblo español diese su favor a un Rey y, por tanto, asegurando la restauración de la monarquía en España. Es decir, que el hecho de tener un Rey demócrata era un objetivo de Don Juan como medio de que le pueblo español aceptase la monarquía, como así lo hizo a finales de 1978.
Otro acontecimiento histórico de relevancia, sobre el cual es necesario reflexionar es el siguiente: El 8 de marzo de 1972 se casaron Alfonso de Borbón y Dampierre, nieto de Alfonso XIII y Carmen Martínez-Bordiú, la nieta mayor de Franco. Este hecho parece irrelevante, pero parece ser que Carmen Polo, la esposa de Franco, tenía mucho interés en que el sucesor a la Corona española no fuese Juan Carlos, y sí lo fuese Alfonso, por varios motivos, y es que la esposa del dictador era más franquista que Franco, por lo que dos motivaciones movieron a Polo: el hecho de que deseaba que su nieta reinase, y el deseo de que Alfonso se sentara en el trono, ¿por qué? Pues sencillamente porque era visible que Alfonso era un fiel seguidor del Movimiento Nacional y, por tanto, de su marido. He aquí la disyuntiva de Los Franco: qué escoger, a un sucesor franquista como proponía Polo o la opción de Franco que era Juan Carlos. Mi valoración es meramente especulativa, pero creo que las tensiones vividas en el país y las claras ansias del pueblo por la democracia, empujaron al Franco a apostar por un sucesor más aperturista y menos franquista. Dejo la siguiente pregunta abierta ¿en sus últimos momentos Franco decidió apostar por un modelo “menos dictatorial” encabezado por Juan Carlos?


Abandonando toda esta ambientación histórica que he creído esencial para este ensayo, me gustaría pasar a exponer una parte personal sobre mi corriente de pensamiento acerca de la monarquía española. Me refiero a la legitimidad de la Monarquía en nuestro país. Aquí propongo al lector las cuatro legitimidades capitales del sistema monárquico de España. Antes de nada quiero decir que no todas valen dependiendo del lector, pero lo que quiero mostrar es que, seas de la ideología que seas, el Rey es legítimo Jefe de Estado. La primera legitimidad, llamada “legitimidad histórica”, me refiero aquí a la larga tradición monárquica de España, la cual sirve de base para la asunción de que España no se entiende sin la bandera rojigualda. La segunda legitimidad (para los cercanos al franquismo), la llamada “legitimidad legal”, puesto que es la Monarquía la que jurídicamente sobrevivió tras la dictadura, porque es la legítima cabeza del Estado tras la muerte de Franco, nos guste o no (a mi personalmente no me gusta, pero es así). La tercera legitimidad (para los monárquicos), la llamada “legitimidad sucesoria”, donde Juan Carlos es legítimo Jefe de la Casa Real tras la renuncia de Don Juan en plena Transición a sus derechos dinásticos en favor de su hijo, Juan Carlos I. Y por último, la cuarta legitimidad, la llamada “legitimidad democrática” o “legitimidad constitucional”, que es la que le dimos los españoles a la monarquía con el referéndum constitucional en 1978.
Estas cuatro legitimidades son cuatro escudos que repelen cualquier ataque republicano venga de donde venga al derecho de la monarquía a ser el sistema de jefatura de estado de los españoles.


Continúo defendiendo la Monarquía en este ensayo y paso a hablar de la última de las legitimidades, la constitucional, la cual puede crear mayor controversia ante la opinión pública, sobre todo la opinión republicana. Cuando hablo de que los españoles votaron monarquía cuando dieron el sí a la Constitución, alguno se habrá escandalizado, dado que posiblemente piense que los españoles no tenían otra opción, era eso o la vuelta a la dictadura. Rebatiré este flojo argumento. En primer lugar quiero establecer el argumento jurídico de que “quien vota el todo, vota la parte”, por lo que los españoles votaron conscientemente a una constitución que llevaba consigo la instauración de la Monarquía Parlamentaria. Pese a esto, lleguemos a pensar que lo dicho no es así, que los españoles no eran monárquicos pero que se vieron obligados a votar a favor de una constitución monárquica. Llegados a este punto, yo me pregunto, si la constitución hubiese sido republicana, siguiendo la argumentación del populismo republicano español, se habría votado a favor de la Constitución, al no tener otra alternativa. De esto deducimos ¿podríamos los monárquicos decir que la ciudadanía no sólo no era republicana, sino que era monárquica, pero que votó república porque no le quedaba otra alternativa? Como puede ver, este argumento es absurdo, dado que se basa en futuribles, en predicciones absurdas, mostrándose en contra de lo que es real: que los españoles refrendaron a la Monarquía.


De lo siguiente que voy a hablar es sobre un asunto capital para la argumentación monárquica: ¿por qué es mejor la monarquía que la república? Antes de nada, quiero decir que de lo que estamos discutiendo realmente es sobre una Jefatura de Estado, de si debe ocuparla una persona elegida periódicamente o si, por el contrario, la deben ocupar una serie de personas, las cuales se pasan el testigo hereditariamente. Esa es, o debería ser, la esencia principal del debate entre monárquicos y republicanos.
En mi opinión un sistema monárquico asegura a los españoles a un jefe del estado más preparado para su cargo de lo que estaría cualquier español elegido periódicamente. Desafortunadamente la casta política española no es lo suficientemente “prodigiosa” como para asumir el cargo de Jefe del Estado con responsabilidad y, sobre todo, con imparcialidad. La imparcialidad es un tema que yo considero capital para la jefatura del estado, así como que éste no tenga poder de veto real, dado que lo contrario significaría un retroceso democrático. Esta imparcialidad sólo la asegura un sistema que no se soporte sobre las “sucias manos” de los partidos políticos, los cuales no serían jamás imparciales. Además, es evidente que está más preparada para asumir la Jefatura del Estado una persona criada para ello desde la cuna, que ha sido entrenado como una máquina para serlo y que verdaderamente ha mamado de ello desde el momento en que dio sus primeros pasos. Esta persona estará siempre mil veces más preparada que otra que decide en un momento dado, sin formación académica (como suele ser habitual en muchos de nuestros políticos), presentarse a tomar el mando de dicha jefatura.
No obstante, no quiero que esta argumentación sea interpretada como una defensa de la dictadura como mejor sistema político, todo lo contrario, mi defensa del cargo hereditario en la jefatura del Estado debería ser entendida como lógica dado que el Rey no tiene poder para legislar ni para gobernar, poderes que sí han de recaer en cargos elegidos de modo directo por los españoles.


Quiero entrar ahora a un tema del que mucho se habla pero poco se sabe, el coste anual de las monarquías y de las republicas, para lo cual nos preguntaremos: en estos tiempos de crisis ¿qué sistema es más económico? Cuando un republicano intenta cargar contra la monarquía no puede evitar mencionar el “elevado coste de la monarquía española”. He de recordar que el dinero que se le otorga a la monarquía según los últimos PGE es de poco más de ocho millones de euros anuales. En una primera impresión, que es en la que los republicanos se suelen fijar, el sistema parece caro, no obstante, pronto comprobaremos el absurdo en el que caen. Hay que añadir que de la partida de esos ocho millones, lo que que se le adjudica a SM el Rey es de menos de 300.000 euros anuales, lo cual, partiendo de la ignorancia también puede parecer excesivo.
Como decía, este falso mito del exceso de coste del sistema monárquico se cae por su propio peso en cuanto indagamos en el coste de las repúblicas occidentales y el sueldo de sus Presidentes de República. Comencemos por Italia, el caso más sangrante del argumento republicano, su coste anual es de 235 millones de euros, casi treinta veces más que la monarquía española. Calculado en euros por habitante, cada italiano paga al año 4 euros, frente a los 0,17 euros por español y año. Sigamos con cifras de las repúblicas. Portugal: 18,3 millones (1,7€ por portugués al año). Alemania: 39 millones (0,5€ por alemán al año). Francia: 90 millones (1,36€ por francés al año).
 Ante los datos no puede haber debate alguno, acabamos de ver cómo un sistema republicano no garantiza el bajo coste de su jefatura de estado. Incluso si tomamos a la monarquía europea más “snob”, Reino Unido, encontramos un coste de 55 millones anuales, mucho más económico que la república más costosa. Es por tanto que España, con su monarquía parlamentaria, tiene al Jefe de Estado más económico de Europa. SM el Rey no es un mal gasto. Y es que el argumento del sobrecoste de la monarquía, como hemos visto, tiene muy poco valor en un debate político serio sobre la monarquía y la república.


Otro argumento que pasa por la cabeza de los republicanos en cada debate monarquía-república, argumento que es inevitable que saquen a relucir y que ellos creen con mucha autoridad. Hablo del argumento de la atemporalidad de la monarquía. Los republicanos no dudan en decir que: “la monarquía es un sistema decimonónico, un sistema que no tiene sentido en pleno siglo XXI”. Pues bien, este argumento, que no deja de ser populismo arraigado en la ignorancia, muestra que los republicanos conocen muy poco sobre las formas políticas de las monarquías e incluso sobre la historia de la República como sistema. Así, ignoran que la república contemporánea, tal y como la conocemos hoy en día nació con la Constitución de EEUU en pleno siglo XVIII. Y no quiero hablar ya de la república necida en la época de Platón, dado que dejaría en clara evidencia a los republicanos. No, la república no se ha inventado hace dos días, su sistema es casi tan antiguo como el monárquico, y mucho más antiguo que las monarquías parlamentarias. Este argumento republicano es inútil, dado que la Monarquía ha demostrado ser un sistema igual de preparado para el “idílico siglo XXI” como lo puede ser una república, muestra de ello es su alto respaldo en países que son potencias mundiales como Reino Unido o Japón, por no hablar de las monarquías escandinavas o del Benelux.
Es aquí cuando yo cuestiono las intenciones colonialistas o imperialistas de los sectores republicanos, que argumentan que la mayoría de los países de mundo son repúblicas. Y suponiendo que eso fuese cierto, no es excusa para que todo el mundo deba girar en torno a una república, dado que cada país tiene sus circunstancias históricas, tiene su idiosincrasia, su tradición y su forma de ser. Me explico con un ejemplo: es imposible concebir en países con raíces tan profundamente monárquicas como Reino Unido una república, es absurdo pensar en ello. Es por ello que, partiendo de la validez democrática del sistema monárquico parlamentario, no alcanzo a entender este sentimiento semicolonial que pretenden llevar a cabo los republicanos.


Hablemos de las funciones de La Corona, los cuales se recogen esencialmente en el Título II de la CE. En el fragor de los debates entre monárquicos y republicanos siempre suele destacarse algún republicano cuestionando a los monárquicos acerca de las funciones del Rey. Intentaré responderles resumidamente, dado que SM actúa en numerosos asuntos, como corresponde a cualquier Presidente de República, y es que las funciones del Rey de España no son muy distintas a las de una república como la del Presidente de la República de Portugal. El Rey de España es el principal embajador del país, ya hemos visto a lo largo de la Transición al Rey en la Cámara estadounidense o en la francesa, recabando apoyos para la joven democracia española, también fueron famosas las conversaciones del Rey con Alemania por esas fechas. Y su acción ha sido continua, SM el Rey ha sido el principal embajador de los asuntos económicos españoles, ayudando indudablemente a que España y sus empresas adquieran acuerdos de millones de euros con otros países, prueba de ello es el acuerdo con Arabia Saudí para la instalación del AVE Medina-La Meca. Para más añadiduras, mencionar las supuestas conversaciones recientes del Rey de España con el de Marruecos en plena Primavera Árabe para la reciente reforma de la constitución marroquí, donde Mohamed VI pidió ayuda a nuestro Rey. Por último, respecto a la acción del Rey en el exterior, he de decir que no hay nada que recriminarle.
Para más añadidura y como muestra de la gran labor del Rey en el exterior quiero que el lector haga un ejercicio, sobre todo el lector que piense que la monarquía no sirve para nada. Piense en el nombre o el rostro del Presidente de la República Federal Alemana. Seguramente no alcance a saberlo, pero no ocurre así con SM, figura conocida internacionalmente, al igual que el resto del de los monarcas occidentales, como por ejemplo Isabel II. Reino Unido y Alemania son dos potencias en Europa comparables en cuanto a relevancia internacional, pero con dos sistemas de jefatura de  estado radicalmente opuestos, y sin embargo, el común de los mortales sabe quién es Isabel II y no sabe quién es Juachim Gauck (Presidente de la RF de Alemania). He aquí la muestra más palpable de quién ofrece una mejor representación internacional del país: claramente un monarca, y no un presidente de república.
El resto de funciones son menos analizables ensayísticamente, dado que no hay más que leer la Constitución. SM puede elegir al candidato a Presidente del Gobierno, aunque su acción no puede no elegir a la lista más votada, no obstante, sus competencias sí que son relevantes en casos de gran igualdad de fuerzas políticas, aunque la última palabra siempre la tiene el legislativo. El Rey asume al alto mando militar, lo cual es extremadamente positivo, porque esa es la llave para el control del ejército para evitar que este se levante contra la Constitución porque, recordemos, el Rey ha de guardarla y hacerla guardar. La posición militar del Rey tiene una actuación simbólica muy presente en los militares, los cuales le deben lealtad al Rey, pero no puede manejar el ejército, esa es tarea del Gobierno, pero en caso de secuestro del ejecutivo, en caso de golpe de estado, es el Rey el que más poder de convicción tiene para disuadirlos, como así ocurrió un 23 de febrero.



Para finalizar con este ensayo, quiero decir unas últimas palabras. La Monarquía, ha significado para España el mayor periodo de democracia ininterrumpida de nuestra historia, ha garantizado la estabilidad, ha salvado a España ante golpes de estado y ante graves crisis diplomáticas en nuestro país. El valor de la monarquía es esencial para España, puesto que no hay España sin Monarquía. El Rey es ese elemento de razón, esa institución que en tiempos de crisis es la única que aporta cordura al debate político, la única que siempre lo dará todo por España, todo por los españoles.
España puede decir bien alto y sin temor, que SM el Rey Don Juan Carlos I ha conseguido ser el Rey de todos los españoles.
¡Viva el Rey!

NO PERMITIDA LA DIFUSIÓN LUCRATIVA SIN AUTORIZACIÓN DEL AUTOR.
Agradecimientos: “Semana”, Aguaron.net, “El Confidencial” y “Ciencias y cosas"

lunes, 23 de abril de 2012

¿Y si eliminamos Cultura, qué?

¿Y si eliminamos Cultura, qué?
Me gustaría analizar el Ministerio de Cultura de los PGE en el año 2011. Mi motivación es la cantidad de recortes que está habiendo, para demostrar que es posible recortar en aspectos más prescindibles, como iréis viendo.
 Esta partida se ha visto disminuida en los últimos dos años hasta situarse en el año 2011 a niveles de gasto de 2007. Este Ministerio ha visto incrementado su presupuesto hasta la llegada de la crisis en 2008, aunque no fue hasta el año 2010 cuando el gasto presupuestado comenzó a descender, lo cual correspondía a una política generalizada del descenso del gasto público. En la siguiente gráfica se muestra el gasto de los sucesivos PGE desde 2006 a 2011 en el Ministerio de Cultura expresado en miles de euros:

Los gastos del Ministerio de Cultura se subdividen en otras partidas. Entre ellas identificamos gastos en cooperación, promoción y difusión cultural en el exterior; dirección y servicios generales de cultura; museos; exposiciones; promoción y cooperación cultural; música y danza; cinematografía; o conservación y restauración de bienes culturales y protección del patrimonio histórico, entre otras subdivisiones.
Por ejemplo en el presupuesto de museos, uno de los más abultados, el sector público gastó 213.709.000 de euros, una cifra que a mi juicio es excesiva. Partidas como la de los museos comparte valoración con el resto. No obstante juzgo que la partida de conservación y restauración de bienes culturales y protección del patrimonio histórico no sería eliminable. A esto volveré a continuación.
Como decía, el resto de partidas son a mi juicio innecesarias, y creo que debería ser el mercado el perfecto regulador de las mismas. Financiar desde el sector público partidas como el cine o los museos pueden ser en estos tiempos absolutamente innecesarios. El objetivo del sector público al intervenir estos sectores culturales es el de sostener museos, teatros o exposiciones que en un mercado libre no podrían sobrevivir.
En esto punto nos preguntamos ¿es necesario que el Estado sostenga un aparato cultural que los usuarios no consumen? Desde algunas perspectivas ideológicas se entiende que esto es necesario por el bien del progreso cultural. En mi opinión creo que es inútil colocar unos gastos en un sector que el usuario no utiliza. El mercado es una figura inteligente, que elimina todo aquello que carece de utilidad o interés para los individuos, permitiendo así el desarrollo y la satisfacción de necesidades vitales. Sin embargo, con el intervencionismo del sector público en esta materia lo que estamos haciendo es incrementar descontrolada e innecesariamente nuestro gasto público, un gasto que se podría destinar a otras partidas más beneficiosas para el común de los usuarios. Así mismo, este ánimo de gastar por gastar en cultura que nadie consume nos lleva a ver ejemplos que a la imagen pública le son negativos, por ejemplo la construcción de la Ciudad de la Cultura de Galicia, una obra que ha costado millones de euros al sector público y que goza de escaso interés si nos atenemos a los datos de visitas anuales.
Continuando con la imagen pública de estos gastos, hay que mencionar que políticamente son un imán para los partidos y los gobiernos, sobre todo autonómicos, que se ven con partidas de gasto en cultura que saben que son un despilfarro. No obstante, la imagen pública a la hora de presentar unos presupuestos se posiciona favorable a todo este tipo de gastos improductivos.
Volviendo a la consideración del mercado como la mejor herramienta de desarrollo de los términos presupuestados para el Ministerio de Cultura, debemos considerar que si esto se hiciese realidad, si el presupuesto del Ministerio de cultura se redujese a 0, nos ahorraríamos casi 1.300 millones de euros, según los datos de los PGE 2011. Podría considerarse que si esto se llevase a cabo se producirían consecuencias negativas para el desarrollo de la cultura en España. No obstante es necesario tener claro que la cultura en las encuestas del INE sobre las principales preocupaciones de los españoles no se encuentra entre ellas. Por tanto, planteo de nuevo la pregunta, ¿es necesario que el sector público sostenga un gasto que, además de improductivo (no genera grandes beneficios), carece de interés para los consumidores? Es lógico pensar que no, dado que al igual que el mercado destruye todo aquello que no es ni productivo ni genera necesidades entre los consumidores, el sector público debería de hacer lo mismo, porque nada ganamos en sostener museos que nadie visita, exposiciones que sobran y películas que difícilmente se las puede considerar como arte o cultura. Ahora bien, hay que decir, para calmar a algunos sectores ideológicos, que la desaparición del sector público de la mayor parte de la cultura no significaría necesariamente la destrucción de todos los museos, exposiciones o eventos culturales, al contrario, se desarrollaría una cultura más acorde con las necesidades de los individuos.
En resumidas cuentas, lo cierto es que si el mercado organizase la cultura y no el sector público, los consumidores nos libraríamos de sostener a dudosas expresiones de la cultura española. Pese a lo que la opinión pública pueda pensar, es decir, que se perdería todo el arte y la cultura española, puedo asegurar que si el mercado copara el sector cultural no perderíamos el buen arte, o al menos el arte que a los consumidores más les satisface, dado que el propio mercado se preocuparía por conservarlo, promocionarlo, protegerlo y sacarle rentabilidad económica.  
Pese a esta valoración, es posible que sea necesaria la conservación de algunas partidas que protegen los restos de nuestra historia cultural más gloriosa. Hablo de las partidas del Ministerio de cultura a archivos, conservación y restauración de bienes culturales o protección del Patrimonio Histórico. Las cuales son partidas que el mercado muchas veces abandonaría por improductivo, hablo de la conservación de castillos, monasterios, cascos antiguos amurallados, etc. Que tienen un valor histórico que no podemos arriesgarnos a perder.

Como conclusión, debemos decir lo siguiente de la partida de los PGE 2011 destinada al Ministerio de Cultura. La intervención del sector público en esta materia estaría justificada por un fallo de mercado, el cual natural y automáticamente desestima la producción de bienes culturales que no generan beneficios y que no suscitan necesidades entre la masa demandante. En este país para solventar este fallo, se apostó por la intervención del sector público, la cual, con la excusa del interés general, está sosteniendo un ámbito que es ineficiente en el sentido de que no satisface las necesidades de los consumidores.
Por lo tanto, podemos concluir que la gran parte del gasto en Cultura, que fue de casi 1.300 millones de euros en 2011, podría eliminarse, y siguiendo los criterios y prioridades de gasto que he ido exponiendo podríamos reducir sin miedo a equivocarnos ese presupuesto a cerca de 100 millones de euros. En porcentajes significaría una reducción del 92,3% del presupuesto para Cultura aproximadamente, o lo que es lo mismo, un ahorro a las arcas públicas de unos 1.200 millones de euros anuales.