lunes, 20 de enero de 2014

Libertad individual contra libertad individual · La fractura del liberalismo respecto al aborto


Libertad individual contra libertad individual
La fractura del liberalismo respecto al aborto

INTRODUCCIÓN

El debate acerca del aborto siempre es generador de gran controversia puesto que la mayoría de las veces se entremezclan sentimientos, vivencias personales, creencias y principios enfrentados. Durante estos días, tras la noticia de que el Gobierno de España ha planteado una reforma de la Ley del aborto, rápidamente todos los agentes políticos se han posicionado bajo tres pilares claves: a favor, en contra y los siempre curiosos versos sueltos que no opinan ni lo uno ni lo otro. El enfrentamiento entre izquierda y derecha política ha estado servido durante semanas.
Este asunto, el del aborto, es capaz de abrir brechas sociales entre ideologías opuestas, pero también, como hemos visto, entre personas de un mismo partido. El Partido Popular ha vivido estos días una pluralidad de pensamientos acerca del aborto en el que mientras unos se han mantenido fieles a la propuesta de Gallardón, los otros la han matizado o se han opuesto diametralmente. Pero como los partidos no es el mismo que las ideologías, me quiero centrar en un debate que ha pasado desapercibido y que, bajo mi punto de vista, tiene una gran relevancia: ¿qué ha pasado dentro del seno de la ideología liberal? ¿por qué ha aparecido una brecha en el liberalismo en el tema del aborto? ¿por qué unos liberales tienen posturas a favor y otros en contra?

LA FRACTURA LIBERAL

La división entre liberales ha supuesto una conmoción dentro de este espectro ideológico y que ha sembrado descalificaciones de un lado a otro de la trinchera. Todos hemos podido ver cómo una y otra parte del liberalismo ha acusado a la contraria de traición a los principios liberales que se basan, fundamentalmente, en la libertad individual. Y no es para menos, puesto que los cimientos del debate se centran en la concepción de la vida humana.
Acostumbrados estamos ya algunos a que haya ciertos sectores del liberalismo que les encante ser los repartidores oficiales de carnets liberales, negando el debate respecto al aborto dentro del propio seno del liberalismo. Ello es consecuencia de una visión simplista de la enormidad y complejidad de la idea liberal.

El debate del aborto, lejos de discusiones religiosas estériles, se reduce a una simple cuestión: ¿considera usted que el no nacido es un ser humano? Y si no, ¿qué es? Esta es la raíz de la división del liberalismo.
Como liberales, el principio que uniforma dicha ideología es la libertad individual, es decir, el derecho de todo individuo de determinarse a sí mismo y a decidir cuál quiere que sea su rumbo vital. Todo individuo tiene derecho a tomar decisiones, pensar y actuar en consecuencia con esos pensamientos que afectan a uno mismo, siempre y cuando ello no afecte a la libertad del otro. Y, para más añadiduras, los liberales creen que ningún otro individuo puede hacer injerencias en esas libertades.
Pues bien, si atendemos a lo dicho, obtenemos los dos lados del lindero liberal: aquellos que opinan que el no nacido es un individuo, y aquellos que no.
Si el liberal piensa que el no nacido es un individuo, entonces ese ser humano tiene derecho a que nadie decida sobre su vida, puesto que es sujeto de libertad individual. Tendríamos, pues, dos individuos distintos, ambos con derechos individuales reconocidos y sobre los cuales no puede haber injerencias. Este sector del liberalismo está, por lo tanto, en contra del aborto.
Y si por el contrario se piensa que el ser que se encuentra dentro del útero materno no es un individuo, entonces se ha de concluir que forma parte del cuerpo de la madre y que esta madre tiene derecho a desprenderse de una parte de su cuerpo con total libertad y que, además, nadie puede prohibírselo, puesto que ello significaría atacar su libertad individual. Este sector del liberalismo está, por lo tanto, a favor del aborto.

 
MI POSICIÓN

Mi opinión al respecto, si es que aún no la ha deducido, se encuentra dentro de los liberales que opinan que el no nacido es un individuo y que, por lo tanto, tiene derecho a que no decidan acerca de si vive o muere. No quisiera definir mi opinión como de pro-vida, sino más bien como de pro-libertad, puesto que considero que el único ser que puede decidir sobre su propia vida es él mismo, y no otro individuo, ni tampoco el Estado. Es por ello que me posiciono a favor de la eutanasia siempre y cuando la decisión sea tomada de un modo libre por aquel que decide morir, y en contra de la pena de muerte, por ser una injerencia del Estado en la decisión de vivir de otro.

¿Cómo regularía yo esto si en mis manos estuviese? Es una pregunta complicada, puesto que la política actual basada en la prostitución de ideas, el político se ve empujado a regular todo por el término medio. Lo cual es una sana virtud, pero no con el aborto, porque se cae en absurdos e incoherencias de consecuencias grotescas.
Respondiendo a la pregunta, he de decir que me gusta ser coherente conmigo mismo, y aunque no siempre lo consigo, en este caso sí. Considero que el no nacido, como individuo, no puede ser impedido del ejercicio de sus derechos y libertades que como individuo tiene y, por lo tanto, ningún otro individuo puede decidir si vive o muere. Es por ello que me posiciono en contra del aborto en cualquier tipo de plazo o supuesto, excepto por el peligro serio y real que podría suponer para la vida de la madre el continuar con el embarazo. En este supuesto, como puede observar, confrontan dos vidas, la de la madre y la del no nacido y, mi posición es la de decantarme por la de la madre.
Considero que instaurar un sistema de plazos es en sí mismo un acto temerario, puesto que este sistema considera que hay un plazo fijo dentro del proceso prenatal en el que un ser pasa de ser un ente abstracto a un ser humano en cuestión de segundos. En la Ley del aborto de 2010 se permitía el aborto libre hasta las 14 primeras semanas (3 meses y 8 días). Imponer un plazo es ridículo puesto que el desarrollo fetal jamás es igual de uno a otro individuo y, por lo tanto, poner una fecha a la vida es un acto de despotismo jurídico de crueles consecuencias. ¿Acaso existen diferencias significativas entre el individuo de 13 semanas, 6 días, 23 horas, 59 minutos y 59 segundos y el mismo un segundo después?

 CONCLUSIÓN FINAL

Por todo lo dicho, concluyo que reducir este debate a una cuestión de liberales y no liberales, es absurdo, puesto que lo que verdaderamente se enfrenta es la libertad individual contra la libertad individual.




domingo, 3 de febrero de 2013

El desafío del Cuarto Poder

 
El desafío del Cuarto Poder

Tradicionalmente se han dividido los poderes políticos en tres clasificaciones: el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial. No obstante, y pese a la más que extensa literatura al respecto, debemos contar con un cuarto poder, el de los medios de comunicación. Y este obviado poder no es nada despreciable, sino que sin duda alguna es el poder más poderoso, valga la redundancia, puesto que condiciona e influye en los otros tres poderes.
En este ensayo quiero exponer cómo actúa este cuarto poder y, sobre todo, cuánto es el daño que es capaz de hacerle al sistema democrático.

Tal y como declaré con bastante reiteración en mi anterior ensayo acerca de la democracia, los tres pecados de este sistemas son el populismo, la demagogia y la utopía. Pues bien, los medios de comunicación siguen hoy una línea tóxica que no hace más que sumar piedras en la construcción de una sociedad perversamente informada y condenada por el cuarto poder al populismo y a la demagogia. De esto habla muy bien el profesor Fernando Vallespín, en términos de “democracia mediática” y, a la perversión de la que hablo, él la denomina como infotainment.

El Cuarto Poder en España está incentivando a la creación de lo que yo llamo la “sociedad del Sálvame”. Esto es, una sociedad que se basa en tragar religiosamente todo lo que le venga de la prensa sin importarle su veracidad o la forma en la que lo expresa. Una sociedad que es populista e idiota (idiota en los términos a los que me referí en mi anterior ensayo sobre la democracia) a causa de unos medios de comunicación empeñados en conseguirlo. Vallespín dice claramente que la política sólo aparece en los medios como un modo de espectáculo, porque es lo que vende. Y bien es cierto, viendo ciertos supuestos programas de televisión que hacen debates políticos, en los cuales se hace un análisis infantil de la política de dudoso carácter politológico. Además, los medios, en este ánimo de ofrecer espectáculo, someten a la política a un pobre lugar, dado su escaso valor de entretenimiento o espectáculo para el ciudadano con bajos niveles intelectuales, que es el que más televisión basura consume.
Es por ello que su presencia en los medios debe competir con una industria dedicada a fomentar la excitación y el esparcimiento de una situación de permanente rivalidad por aumentar cuotas de audiencia.

El resultado de todo esto es la creciente eliminación de programas de debate político serio, y la reducción de los existentes a la vulgaridad y el populismo. Estos síntomas descritos se engloban en el término de infotainment, y lo que ha producido es que la política sólo aparece en los medios cuando surge un escándalo que vulnera o se aparta de las normas establecidas, esto es, cuando hay pelea parlamentaria o cuando hay casos de corrupción.
Lo que describo lo estamos viviendo, ya está pasando, los medios de comunicación han tomado a la política como rehén,  como una forma de espectáculo y están generando un injusto mensaje que dinamita nuestra democracia y la política. Se ha producido un descrédito de la política por parte de un segmento de la ciudadanía, lo cual hace que se quiebre la estabilidad, que se tambalee el sistema, y todo ello basado en medias mentiras.

 
Esta realidad se vive con intensidad en el ejemplo de la corrupción. Los medios de comunicación ponen en primera plana que hay políticos involucrados e imputados en casos de corrupción. Esto lo que genera es una imagen ante la sociedad, es decir, lo que hacen los medios es ofrecerle a los espectadores que la política es eso, y no es eso ni por asomo. Partiendo de lo que destaqué anteriormente (que los medios sólo informan sobre aspectos políticos que puedan generar espectáculo), se ha generalizado la presencia de la política en los medios sólo cuando hay casos de corrupción, el resto de debate político pasa inadvertido, y es necesario señalar que lo que en los medios de comunicación no aparece no existe. Este es el verdadero peligro.
La ciudadanía se informa principalmente buscando la facilidad, esto eso, que ve principalmente la televisión y redes sociales, y con lo que allí les muestran en 25 segundos o 140 caracteres, el individuo se construye la generalidad. Es decir, aplicado al ejemplo, si los medios de comunicación de fácil acceso (televisión y redes sociales) muestran cada día sólo casos de corrupción, la población, al ir a lo fácil, se crea la percepción de que todos los políticos son corruptos. ¿Por qué me voy a molestar en investigar cuando me lo están diciendo en la prensa? Eso es lo que se pregunta el ciudadano tipo y contra ello hay que luchar.
 Así, la población se crea la falsa idea de que la política está corrupta, porque es que es lo único de la política que destacan los medios de comunicación.
Usted, que lee estas líneas, se debe preguntar una cosa: si ahora sale una notica de un político que no es corrupto ¿iba a tener tanta relevancia como el que salga uno diciendo que sí lo es?, me explico, se informa de un señor político que dice y demuestra que no ha robado nunca nada, que tiene una hoja de servicio público ejemplar y, por el contrario, imagínese que la prensa tiene junto a esa noticia, que representa al 99% de la clase política, otra noticia de un político que está imputado por hurtar dinero público. Y le hago esta pregunta, ¿a quién ponen en primera plana? Exacto, al golfo antes que al honrado. Con ello, los medios de comunicación crean una mala imagen de la política que copa los medios y tapa la buena cara mayoritaria de la política.
Y es que, pese a que por cálculos sencillos, hay una mayoría de políticos honrados, esos no salen en los medios, por lo cual la gente no se detiene a pensar que existen, y se centran en lo que les mastican en los medios, que es que hay casos de corrupción en la política. Según los datos hay 780 políticos en juicios de corrupción, que no condenados, cuidado, sólo están imputados, no hay sentencia que exponga su culpabilidad. En España hay 78.000 representantes públicos, es decir, que un simple cálculo matemático nos hace ver que el 99% aprox. de los políticos no son si quiera sospechosos de corrupción.
¿Esto sale en los medios de comunicación?, lamentablemente no, y lo que se acaba instaurando en la percepción social es lo contrario, es decir, que ese 1% se presenta como si fuera el 99% cuando no lo es.

La gente piensa lo que más fácil tiene pensar, es decir, que la gente piensa lo que le dicen los medios que piense, porque es lo más fácil. Lo difícil es que tras salir en los medios de comunicación un caso de corrupción, o una sentencia, estos se la lean detenidamente, investiguen, etc. Así, como la ciudadanía piensa lo que los medios les dicen que piensen, los medios tienen un gran poder dentro del estado, como decía al principio, es el poder más importante de los cuatro. Y debemos preguntarnos en este punto, ¿qué aparece en los medios?, el corrupto. El resultado de ello es que se generalicen los casos de corrupción a toda la clase política. Y como ya he reiterado, la gente normal opina lo que les es más fácil opinar y, si en los medios le ponen día sí y día también que hay corrupción, pues se acabará extendiendo el mansaje de que todos son corruptos, lo cual es comprobablemente falso.
Usted, lector, podría pensar que frivolizo los casos de corrupción, y nada más lejos de mi intención. Lo que trato es de colocarlos en su lugar, en el de la minoría.

Han aparecido a causa de lo dicho una serie de personas, un sector social que desde hace un tiempo a esta parte ha destrozado la presunción de inocencia social. Aquellos que acaban con la presunción de inocencia son personas que destrozan el estado de derecho y que, por tanto, están por civilizar. Estas personas que son el resultado del infotainment y del populismo y la demagogia mediática, demuestran con su ataque a la presunción de inocencia que no están preparadas para convivir en un estado democrático y de derecho, y hay que luchar contra ello.
Para evitar que el estado de derecho se corrompa por los propios ciudadanos debemos revertir el camino actual de los medios de comunicación garantizando, a su vez, la libertad de prensa.  Ese es el verdadero reto de nuestra democracia, responsabilizar e involucrar al cuarto poder en el esfuerzo por la estabilidad del país.

 
Para acabar quiero reiterar que la influencia y el dominio sobre la vida de la ciudadanía y la estabilidad del país que tiene el Cuarto Poder es real. Ese cuarto poder tiene un gran peso en un país democrático como España, puesto que es el poder que más puede influir sobre las cámaras legislativas, sobre el gobierno y también sobre la justicia. Y lo peor de todo ello es que ese cuarto poder actúa con irresponsabilidad y contribuye, como he declarado, al crecimiento de dos de los tres pecados de la democracia: el populismo y la demagogia. Y en este punto final, un deseo: ojalá el cuarto poder se dé cuenta de su grandeza y comience a actuar con responsabilidad.

miércoles, 2 de enero de 2013

La democracia no existe · En defensa de una democracia


LA DEMOCRACIA NO EXISTE
EN DEFENSA DE UNA DEMOCRACIA

Definir lo que es la democracia supone pensar que existe una definición exacta de lo que es la democracia. Las múltiples visiones de lo que significa este término así como los modos para alcanzarlo nos hacen suponer que no hay un modo objetivo para establecer lo que significa esta palabra a la que tantos sistemas occidentales hacen alusión. Hoy vemos la democracia desde nuestros ojos contemporáneos, pero la existencia de decenas de modelos y teorías que giran en torno a la democracia han hecho perder a este término todo su sentido y por lo tanto, tratar de alcanzar un sistema democrático no depende de unos cánones establecidos, sino que depende de la interpretación y la ideología de quien lo mire. Podríamos hablar de lo que es nuestro modelo de democracia, pero ello no es la democracia, sino un modelo más de democracia. Y es que la utilización de este término en el lenguaje cotidiano ha creado una vulgarización del uso del mismo.
Es lo que en politología se suele llamar “conceptual stretching” o “estiramiento conceptual”, que es la producción de una confusión respecto al significado originario del término por el aumento de las definiciones o denotaciones del mismo, lo cual provoca que se le vacíe de contenido.

Si pudiésemos explicarle nuestra democracia a un habitante ateniense de la época dorada de la democracia en Atenas seguramente nos diría que lo que nosotros tenemos, la democracia representativa en la que la política está profesionalizada, no es una democracia como tal, sino otro modelo muy diferente. Porque mientras los atenienses apostaron por un sistema de participación directa de los ciudadanos de la polis (ciudadanos que eran hombres adultos no inmigrantes, es decir, ni mujeres, ni niños, ni inmigrantes), nosotros hemos desarrollado un sistema de representación de los distintos sentires de la población de nuestras naciones-estado.
No obstante, si hoy los países occidentales miramos hacia Atenas y nos preguntamos si consideramos a aquello como una democracia, nuestra respuesta será que no. Y la respuesta no puede ser otra, puesto que ese sistema ateniense excluía de la esfera de lo público a las mujeres, a los menores de edad y a todos los extranjeros que habitaban en la polis griega. Eso hoy nos parecería un régimen atrasado, puesto que desde nuestra mirada contemporánea la extensión del sufragio a todos los ciudadanos, sean hombres o mujeres, es el mayor de los síntomas de que vivimos en una democracia.

No obstante, decir que vivimos en un sistema democrático no deja de ser una contradicción con mi idea principal, puesto que mientras unos dicen que lo es, otros dicen que no, y ambos tienen razón, porque la definición de la democracia depende de la concepción de ese término que tenga cada uno. Es por ello que todas las interpretaciones de la democracia son válidas y a la vez inválidas, puesto que siempre habrá quien no esté de acuerdo con la idea de que lo que tenemos hoy en los países occidentales y más concretamente en España es una democracia. Y puesto que no exista un modelo de lo que es la democracia, sino que existen muchos modelos de lo que es una democracia a lo máximo que podemos aspirar es a explicar lo que es para nosotros una democracia y esperar a que el resto de los ciudadanos compartan nuestra postura y quieran así ponerla en marcha.
Tanta es la inseguridad a la hora de tratar el término que podemos afirmar con rotundidad que democracia es aquello que queremos que lo sea. Así, el régimen nacional-católico de Franco se consideró a sí mismo como una “democracia orgánica” y el régimen de Corea del Norte se autodenomina como una “república popular democrática”.
Es por ello que yo aquí no voy a explicar lo que es la democracia, sino lo que para mí es un sistema democrático.

Una democracia es un sistema por el cual, en primer lugar, los ciudadano (el demos) tiene el poder (krátos) para elegir a sus gobernantes y al poder legislativo mediante unas elecciones periódicas, libres e iguales mediante sufragio universal. Dentro de nuestros sistemas de naciones-estado no es posible pensar en una democracia directa por la que la ciudadanía sea la que, directamente, legisle y tome las decisiones políticas, puesto que ese sistema directo sólo es aplicable a pequeños núcleos de población, y no a los grandes países. Por lo tanto, el elemento esencial y básico de una democracia es que el pueblo tenga el poder de elegir a sus representantes en las cámaras legislativas. Mediante este importante elemento se puede producir un ejercicio de toma de decisiones indirecto y de rendición de cuentas directa en las urnas e indirecta mediante el debate entre los propios representantes. No obstante a este término de democracia, que es el pilar fundamental, debemos añadirle otros muchos que actúan como complementos necesarios de lo ya dicho.
Esos complementos necesarios son la libertad de prensa, como medio para permitir la libre formación del pensamiento y de la opinión individual de los ciudadanos (aunque la prensa política debe contribuir a la culturización de la población mediante el trato de calidad de los temas políticos, no ha generar los tres pecados de la democracia: la utopía, el populismo y la demagogia); la libertad de expresión, para permitir el libre debate público de ideas y posicionamientos políticos, no obstante, esa libertad de expresión ha de tener unos límites para no dar lugar a discursos que fomenten el odio, el conflicto o el ataque agresivo contra una parte de la población. La decisión de dónde colocamos esa barrera de la libertad de expresión será el punto en el que se haga un daño grave a la otra parte de la discusión. Así, en nuestro derecho reconocemos formas repudiables de expresión, como son la utilización de la injuria, la calumnia o la responsabilidad de un sujeto por dañar el honor, la intimidad y la propia imagen de otro.
Mediante estas premisas llegamos a la necesidad del respeto de la ley y de la creación de un marco legal y constitucional para salvaguardar los principios máximos de libertad. De modo que la existencia de una Constitución elegida por la ciudadanía de un modo directo es también un principio sine qua non para la consideración de un sistema como democrático. Por tanto deducimos de esto que un sistema con una Constitución elegida directamente mediante referéndum es un sistema democrático, puesto que se organiza en torno a un marco legal que ha sido aceptado por una mayoría de los ciudadanos.

Para la construcción de una democracia debemos asumir que el demos está suficientemente capacitado para poder elegir a sus representantes y a su gobierno, y debemos hacerlo porque de lo contrario un sistema democrático devengaría en inútil, corrupto y deforme. Sólo con una ciudadanía formada y capaz es lógico desarrollar una democracia, puesto que lo contrario sería contar con una ciudadanía populista, manipulable y arengable, que es sin duda la peor de las democracias. Un país democrático, por tanto, ha de luchar por erradicar la utopía, el populismo y la demagogia, tres problemas de las actuales democracias occidentales.
Siguiendo con esta dinámica, el mejor modelo de democracia es aquel en el que la ley tiene fuerza, y esa fuerza se le otorga a la ley si quienes la deciden tienen la legitimidad que da el voto en las urnas. La ley es un instrumento de control tanto del poder como de la propia ciudadanía, es el medio por el cual el pueblo se da unas reglas de convivencia que permiten el libre desarrollo de la personalidad. En este punto, comparto la reflexión maquiaveliana de que el hambre y la pobreza hacen ingeniosos a los hombres, y las leyes les hacen buenos. Y ha de añadirse que la libertad de autodesarrollo debe conducir a un sistema meritocrático a través del cual no es más el que es más débil o el más fuerte, sino el que por sus méritos es el mejor.
Llegados a este punto debemos preguntarnos si queremos una democracia en el que la decisión de la mayoría se imponga a la minoría o si, por el contrario, queremos un sistema democrático en el cual se asegure a los pensamientos minoritarios. Bajo mi punto de vista el mejor sistema democrático es aquel en el que los excelentes gobiernan, en el que la ciudadanía elige a sus representantes y estos son los mejores. No podemos sostener a gobiernos en los que haya individuos encargados de dirigir una política de la cual no sean expertos, no podemos tener un sistema por el cual personas sin formación superior dan órdenes y legislan por encima de los sabios e intelectuales. Son los excelentes los que han de ocupar los distintos ministerios, auténticos profesionales de su campo que sean capaces de llevar a cabo medidas útiles y correctas sin dejarse llevar por el populismo, la demagogia o la utopía.
Es por ello que no debe haber limitaciones a los electores para que lo sean (como pretendía Mill aportando una idea de que el voto de los sabios y excelentes era más valido, aunque no puedo negar que en ocasiones sea una buena idea pensar en qué clase de persona deposita su voto en una urna), sino a los elegidos para que no caigan en los tres mencionados pecados de la democracia (utopía, demagogia y populismo). Esta visión que he mostrado muestra grandes coincidencias con el discurso de J.S. Mill de la tiranía de la mayoría, y yo soy un profundo defensor de esa visión intelectualista de la política por la cual sólo los excelentes deben gobernar a la masa.
Eso sí, como asumimos que la masa ha de elegir a los excelentes, debemos crear una sociedad que tenga los conocimientos mínimos para poder elegir correctamente, debemos educar a la ciudadanía para que abandone su posible idiotez (en el sentido etimológico francés de la palabra, es decir, “sin educación” o “ignorante”; y también en el sentido etimológico griego de “persona que no se preocupa de los asuntos públicos”). Porque si la ciudadanía no abandona su idiotez, el poder político tampoco lo hará jamás.

La democracia no pretende ni ha de pretender la igualdad de todos los ciudadanos, sino la participación de todos los ciudadanos desiguales para la elección de los excelentes. El ser humano está formado de individuos que no son iguales ni biológica ni intelectualmente, y pretender igualarlos implica restringir su libertad de pensamiento. La igualdad significa la imposición de un ideal sobre el resto y representa todo lo contrario a lo que es la democracia, es decir, la libertad para pensar distinto, para expresar ideas distintas o para ser distintos a todos los niveles, incluso el nivel económico. Imponer la igualdad económica significa dar carpetazo a la idea de meritocracia, una idea que como dijimos es fundamental para aumentar en calidad democrática. Por tanto, si queremos reducir la polarización económica de la sociedad no debemos imponer la igualdad, sino que debemos permitir que la meritocracia haga su trabajo libre y efectivamente.
No obstante, debemos admitir algunos ámbitos donde exista la igualdad, estos terrenos igualitarios serán la igualdad de derechos y obligaciones que comentaba Rousseau, la igualdad para poder acceder al poder o de ascender social y económicamente mediante el mérito, y la igualdad  de las personas frente a la ley y la justicia. Eso sí, debemos atender a la definición del grado de igualdad en estos ámbitos. Así, ha de ser la Constitución nacida de la voluntad popular la que decida en qué grado se permite la igualdad en estos ámbitos.


Por último quiero finalizar con algunos pequeños apuntes a modos de conclusión: un sistema democrático es aquel sistema que se da para sí el propio pueblo, un sistema por el que los ciudadanos eligen a los excelentes para que gobiernen, legislen, debatan y representen los distintos sentires de la población. La democracia es ese sistema de libertades que permite la autorrealización individual dentro de una vida pacífica colectiva. Y por último, una democracia es un sistema que lucha para que sus tres pecados: la utopía, la demagogia y el populismo, no invadan el escenario de la política.
Aunque, como bien decía al comienzo de este ensayo, esta es sólo mi idea de lo que ha de ser una democracia, y no de lo que es la democracia como tal.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Se busca sistema electoral para España · La importancia de la gobernabilidad


INTRODUCCIÓN
Los movimientos sociales que se han hecho con las portadas de los muy diversos periódicos españoles en los últimos años han traído consigo debates que hasta el momento no habían surgido o que lo habían hecho silenciosamente. Uno de esos debates es el del sistema electoral español. Cuando la crisis económica trae consigo una crisis de valores y con ella una amnesia general del por qué de las cosas, se hace necesaria una revisión de la misma. Se hace necesario explicar quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Eso es lo que quiero aportar al debate sobre el sistema electoral español: el explicar cómo es, por qué es como es, de qué manera se puede cambiar y hacia qué dirección, y sobre todo cómo afecta nuestro sistema y sus posibles reformas a la gobernabilidad, elemento indispensable para la supervivencia de un país.

 
Antes de comenzar a exponer las líneas maestras de este ensayo, debemos explicar brevemente nuestro sistema electoral.
El periodo de la transición española ha dado muchos hijos. Uno de ellos es la creación de  un sistema electoral con tintes de proporcionalidad, regido por la fórmula D’hont y adoptando demarcaciones preexistentes, es decir, para componer un sistema con distritos provinciales y con claros desajustes en la ratio de escaños por provincia provocados por la apuesta por distritos que son plurinominales pero con una magnitud pequeña en muchos casos. Esos claros desajustes significan la sobrerrepresentación de las zonas rurales (teóricamente más conservadoras), como lo son Soria, Teruel o Zamora. Los redactores de nuestro modelo, pese a que querían un sistema proporcional aparentemente, también se vieron empujados por la idea de estabilidad, la cual viene de un modo más afianzado en un sistema mayoritario. Por lo tanto, nuestro sistema electoral se planeó para ser un punto intermedio entre el sistema mayoritario y otro igualitario. Y lo que tenemos hoy en día y lo que está planteando problemas y tensiones sociales es: “este sistema, que garantiza una menor fragmentación partidista, mayor tasa de voto útil o sofisticado, mayor estabilidad de los gobiernos, mayor desproporcionalidad electoral y un sistema con un sesgo conservador” (JR Montero, 2009).

Es aquí donde entra el debate de “estabilidad” frente a “justicia/igualdad” a la hora de decantarnos por uno u otro sistema electoral. Este debate, según algunos autores como Vallès y Bosch, se lleva manteniendo desde el siglo XIX con Walter Bagehot (a favor del sistema mayoritario) y John Stuart Mill (en pro de la representación proporcional), los partidarios de lo primero alegando la importancia de delimitar una mayoría parlamentaria a la que se confía un mandato claro para desarrollar una determinada política gubernamental, y los partidarios de lo segundo, por el contrario, creen que lo esencial es constituir una Cámara que sea reflejo aproximado de las tendencias existentes en el cuerpo electoral (Vallès, & Bosch, 1997).


En la actualidad, las voces críticas no han dudado en alegar una supuesta desigualdad y desproporcionalidad de nuestro sistema electoral. Sin embargo, algunos autores, como José Ramón Montero y Pedro Riera, han afirmado que es imposible que un sistema electoral cumpla por completo criterios como: que sea igualitario, proporcional, que garantice la maximización de participación, etc. (JR Montero, & P Riera, 2009). Es por ello por lo que no hay que buscar el sistema utópico, sino el sistema mejor. En este sentido navegan JR Montero y P Riera, al criticar que la desproporcionalidad suele juzgarse como algo negativo (A Lijphart, 1995). Y que si no fuera porque suele venir acompañada de una excesiva fragmentación del sistema de partidos y, por ende, de una apreciable inestabilidad gubernamental, se haría francamente difícil razonar en contra de un sistema electoral que arrojara una exacta correspondencia entre los porcentajes de escaños y de votos conseguidos por un partido (JR Montero, & P Riera, 2009). Esta idea de que la polarización y la fragmentación partidaria conduce a la inestabilidad la vuelven a comentar estos autores al insinuar que fue la causa del fracaso de la II República (JR Montero, & P Riera, 2008)

LA GOBERNABILIDAD 
Se ha hablado mucho desde los sectores reformistas de nuestro sistema electoral de una necesidad por disminuir la sobrerrepresentación de los partidos mayoritarios, defendiendo la idea de un sistema más justo e igualitario. No obstante, esta idea se debe plantear en qué afectaría esto a la estabilidad de cualquier gobierno entrante.
La hipótesis que planteo es que el sistema electoral afecta a la gobernabilidad de los países, es decir, que cuantos más partido y cuanto más interés partidista esté presente en el Congreso de los Diputados, menor estabilidad tendrá el gobierno en sí, y de esto se entiende que cuanta más fortaleza tenga un partido en solitario mayor será la facilidad de éste para sacar adelante medidas legislativas, acometer reformas y, en definitiva, gobernar. Por lo tanto si aplicamos esta idea al sistema electoral, comprendemos que cuanta más proporcionalidad se imponga, menor será la capacidad de los gobiernos de gobernar.

Partiendo de estas hipótesis, que rondarán toda la exposición de este ensayo, lo que debemos preguntarnos es qué modelo democrático puede ser más útil para fomentar la aparición de gobiernos estables. Así, para demostrar mi hipótesis ha de demostrarse la evidencia de que los sistemas electorales que generan bipartidismo son capaces de formar gobiernos estables, no ocurriendo siempre así en los sistemas con multitud de partidos fuertes o con capacidad de chantaje.
En atención a esto, debo señalar algunos conceptos que han de explicarse para entender el desarrollo de mis conclusiones. Así, la gobernabilidad se consigue de dos formas diferentes, o bien existiendo un partido poderoso y único en el gobierno, o bien existiendo un sistema en el cual las alianzas de gobierno no presenten problemas, es decir, que sea sencillo llegar a alianzas fuertes de gobierno en un plazo corto de tiempo. De este modo, con una oposición hostil las alianzas son complicadas y para que exista gobernabilidad es necesario un partido fuerte y único en el gobierno. Decimos que hay gobernabilidad cuando el gobierno es capaz de lograr alcanzar sus metas políticas (V. Dezeraga, 2002), y diseñar un sistema electoral que garantice eso es el objetivo principal de esta investigación.

Así, la igualdad radical del voto (una persona, un voto) se contrapone a la gobernabilidad si nos situamos en el caso español. La igualdad de voto en unas elecciones podríamos definirla como esa equivalencia de un ciudadano, un voto. Ahora bien, definir este concepto es harto difícil por su multiformidad, es decir, por las múltiples formas válidas o no de calificarla (JR Montero & P. Riera, 2009). Es por ello que es necesario unir el concepto con el de proporcionalidad, el cual parte de la base de que el reparto de escaños ha de corresponderse con los resultados finales en unas elecciones, es decir, sin favorecer al partido más votado.

EJEMPLOS DE LO QUE IMPLICA EL SISTEMA ELECTORAL EN LA GOBERNABILIDAD
La operacionalización de la gobernabilidad es complicada, no obstante, podemos medir empíricamente la gobernabilidad por la duración de los mandatos legislativos. De este modo si cogemos tres países de referencia, que serán Italia, España y Reino Unido, observamos diferentes aspectos. Si buscamos las elecciones habidas en estos países desde la segunda mitad de los años ’70, observaremos que:

En Italia con un sistema de proporcionalidad gigantesca dada hasta comienzos de los ’90 el 75% de los gobiernos adelantaron las elecciones. Esta proporción se reduce cuando se crea un sistema electoral mixto (adelantaron las elecciones un 50% de los gobiernos, debido en parte al mantenimiento de las tendencias de voto anteriores a los partidos pequeños), y la misma proporción se ha mantenido en las elecciones posteriores a la última reforma.

En España el 50% de los gobiernos ha adelantado las elecciones, aunque debemos tener en cuenta que el adelanto de las elecciones en la primera legislatura y el de la última se debieron a causas que tienen que ver con circunstancias históricas, no con la gobernabilidad definida anteriormente. Los adelantos de las elecciones en las legislaturas de Felipe González no se debieron a una falta de capacidad para sacar proyectos adelante (una falta de gobernabilidad), puesto que el PSOE contaba con mayorías absolutas que le garantizaban altos grados de gobernabilidad, tal y como ocurre en los adelantos electorales que veremos a continuación en Reino Unido.

En Reino Unido, con un sistema mayoritario con circunscripciones uninominales, ha conseguido mantener un alto grado de gobernabilidad, puesto que los gobiernos que han adelantado las elecciones en los últimos cuarenta años han sido la mitad de ellos, y los que lo han adelantado lo han hecho el año antes de lo que correspondería (algo que no ocurría en Italia, donde se adelantaban las elecciones muy pronto).

En conclusión, podemos extraer que las legislaturas en los sistemas con altos grados de proporcionalidad duran menos que en los sistemas con una proporcionalidad media o con un sistema mayoritario por la dificulta de sacar adelante proyectos y reformas a largo plazo. Así, es evidente que en los sistemas mayoritarios, como el británico, permite al gobierno gobernar durante legislaturas completas, no siendo tan sencillo cuando hay varios partidos fuertes y las fuerzas políticas son incapaces de formar un gobierno estable, como ha sido el caso de Italia.

 
Analizando más en profundidad el caso italiano, este país tenía un sistema electoral muy proporcional, incluso uno de los más proporcionales de Europa. Eso provocó que, hasta su reforma en 1993, hubiese en Italia un gran pluralismo polarizado y gobiernos que giraban en torno al centro político con alianzas débiles, inestables y heterogéneas. Ello provocaba que hubiese gobiernos conflictivos, con largas tramitaciones parlamentarias, con una gran dificultad para llevar a cabo políticas a largo plazo y con una imposibilidad de los ciudadanos italianos para expresar claramente qué partido querían en el gobierno. Esta pésima situación creó en Italia un clima de conflicto general clamando por una reforma del sistema electoral para garantizar la gobernabilidad del país. Así, se estableció el sistema “Mattarellum”, un sistema mixto que no cumplió sus expectativas, puesto que la cultura de los italianos les empujó a seguir votado a los partidos minoritarios, en lugar de a los grandes. Al caso italiano, por tanto, cabe añadirle una variable independiente más, que es la cultura política del país. En esta nueva situación en 2005 vuelve a cambiar la ley electoral haciéndola enteramente proporcional pero favoreciendo o premiando a la mayoría y perjudicando a los partidos pequeños a causa de unos umbrales que les impedían acceder fácilmente al Parlamento (y aunque lo que hicieron estos fue agruparse en coaliciones para superar estos umbrales, perdieron su poder de chantaje) y se consiguió establecer el “voto útil” (JS Buzarra, PL Martín & RL Machín).
Con este ejemplo real se demuestra cómo cuando se establece un sistema demasiado proporcional en una sociedad muy dividida políticamente y con partidos con gran capacidad de chantaje, la inestabilidad se hace tan insoportable que impide la gobernabilidad de un país y, por ende, su progreso. Y cuando esto se da, la propia ciudadanía se da cuenta de que es algo negativo y pide un campo hacia un sistema menos proporcional.

LA POSIBLE REFORMA DEL SISTEMA ELECTORAL ESPAÑOL
Sentadas estas bases podemos comenzar a plantear lo que serán los resultados y conclusiones del ensayo. Voy a servirme de cuatro fórmulas electorales que garantizan distintos grados de proporcionalidad que son D’hont, la fórmula de mayorías, la Sainte Laguë y el cociente de Haré. Y en segundo lugar me serviré de dos tipos de circunscripciones: la provincia y la única estatal. Explicadas brevemente, la fórmula D’hont garantiza una representación proporcional favoreciendo al partido más votado. Este es el sistema actual español. La fórmula mayoritaria que trabajaré aquí consiste en que, en cada circunscripción el partido con más voto se hace con el montante de escaños que esa circunscripción da al Parlamento (winner-takes-all, o first past the post) (MJ. Sodaro, 2010). Este es parte importante del modelo de Reino Unido en las elecciones a la Cámara de los Comunes. La fórmula Sainte Laguë, la cual garantiza un grado más de representatividad que la fórmula D’hont. Y por último la fórmula del cociente de Haré, que es la fórmula que garantiza el mayor grado de proporcionalidad, y consiste en que en cada circunscripción los votos totales se dividen entre el número de escaños que aporta aquella (dará como resultado el número de votos que hay que obtener en esa circunscripción para obtener un escaño), y luego se dividen los votos de cada partido entre el resultado de la anterior división. Los escaños vacíos matemáticamente se reparten por el método del resto mayor. Esta es la fórmula que se reclama desde UPyD e IU (JL. Aranda, El País, 2011)

 
Entrando en el análisis de España, su nivel de gobernabilidad y los efectos sobre ella de la introducción hipotética de un nuevo modelo electoral, debo aclarar algunos aspectos importantes de mi análisis que son necesarios para comprender los resultados. Las variables que voy a modificar para comprobar cómo quedarían los resultados de las elecciones generales de 2008 serán la fórmula electoral y el tamaño de la circunscripción. Permanecerán estables el umbral electoral por circunscripción del 3% y la plurinominalidad de la misma. Así, aplicando estos cambios obtendríamos los siguientes resultados.
 
ESCAÑOS
 
Partido Político
 
Voto
 
% voto
D’hont/ circuns. provincial
Mayoritario/ circuns. provincial
Sainte Laguë/ circuns. provincial
Cociente Haré/ circuns. provincial
D’hont/ circuns. única
Sainte Laguë/ circuns. única
Cociente Haré/ circuns. única
PSOE
11.289.335
43,87
169
179 (+10)
160 (-9)
159 (-10)
170 (+1)
169 (=)
162 (-7)
PP
10.278.010
39,94
154
171 (+17)
153 (-1)
151 (-3)
155 (+1)
154 (=)
149 (-6)
IU-ICV
969.946
3,77
2
0 (-2)
8 (+6)
9 (+7)
14 (+12)
15 (+13)
21 (+20)
CiU
779.425
3,03
10
0 (-10)
10 (=)
10 (=)
11 (+1)
12 (+2)
18 (+8)
EAJ-PNV
306.128
1,19
6
0 (-6)
6 (=)
6 (=)
0 (-6)
0 (-6)
0 (-6)
UPyD
306.079
1,19
1
0 (-1)
1 (=)
1 (=)
0 (-1)
0 (-1)
0 (-1)
ERC
298.139
1,16
3
0 (-3)
5 (+2)
5 (+2)
0 (-3)
0 (-3)
0 (-3)
BNG
212.543
0,83
2
0 (-2)
2 (=)
2 (=)
0 (-2)
0 (-2)
0 (-2)
CC
174.629
0,68
2
0 (-2)
3 (+1)
3 (+1)
0 (-2)
0 (-2)
0 (-2)
Na-Bai
62.398
0,24
1
0 (-1)
1 (=)
1 (=)
0 (-1)
0 (-1)
0 (-1)
EA
50.371
0,2
0
0 (=)
0 (=)
1 (+1)
0 (=)
0 (=)
0 (=)
CHA
38.202
0,15
0
0 (=)
0 (=)
1 (+1)
0 (=)
0 (=)
0 (=)
NC-CCN
28.024
0,15
0
0 (=)
1 (+1)
1 (+1)
0 (=)
0 (=)
0 (=)
Como podemos observar, la primera columna representa los resultados reales de las elecciones de 2008, realizadas, según apuntan algunos autores, por un sistema tan estable como aparentemente exitoso que ha garantizado un grado amplio de gobernabilidad frente a las múltiples divisiones políticas y que, sin embargo, ha sido objeto de críticas sustantivas por unas deficiencias supuestamente tan graves como para justificar su modificación en mayor o menor medida. La extraordinaria continuidad mostrada por los distintos componentes del sistema electoral actual parece evidenciar el acierto de los políticos que los diseñaron en un momento clave de la transición democrática (JR Montero & P. Riera, 2009).

Por todo lo dicho se supone que un sistema que garantice la gobernabilidad será aquel que sea capaz de crear partidos representados con mayorías absolutas. Suponiendo esto, el sistema mayoritario sería el que mejor asegure esta gobernabilidad, tal y como se muestra en la segunda columna de resultados de la tabla. En este sistema en las elecciones de 2008 sólo hubieran conseguido representación PSOE y PP, lo cual sería un seguro de gobernabilidad, pero el perjuicio vendría por la no representación de los partidos minoritarios, lo cual crearía tensiones sociales alimentadas, sobre todo, por los partidos nacionalistas e IU.

Por la fórmula Sainte Laguë, como decía unos párrafos atrás, supone un escalón más en la escala de representatividad. En este modelo con circunscripción provincial, no sólo aumentaría el número de partidos (inclusión de NC-CCN, un partido de centro canario), sino que los partidos minoritarios como IU, ERC o CC observan un aumento de su representación considerable. Así mismo, los partidos minoritarios saldrían perjudicados, sobre todo el partido más votado en estas elecciones de 2008, el PSOE. Las similitudes de esta fórmula con la D’hont provoca que el resto de partidos no presente ningún cambio real.

El gran cambio viene dado por la fórmula del cociente de Haré, que es el sistema que mayores grados de proporcionalidad otorga. Mediante esta fórmula aplicada a circunscripciones provinciales la pérdida de representación de los partidos mayoritarios es algo mayor que en el de la fórmula anterior. Mayor será también el crecimiento de las fuerzas minoritarias como IU y la entrada de nuevos partidos regionales como EA (Eusko Alkartasuna) o CHA (Chunta Aragonesista). Este sistema electoral otorgaría una mayor proporcionalidad, pero la pérdida de gobernabilidad si nos atenemos a la argumentación dada en páginas anteriores sería notable, puesto que sometería al partido mayoritario a una gran presión de pequeños e interesados partidos minoritarios. Se puede observar que el gobierno tendría más difícil llevar a cabo una línea de gobierno estable o autónoma.

Para finalizar, en los tres últimos casos donde tenemos las fórmulas D’hont, Sainte Laguë y el cociente de Haré con circunscripción única nacional, tal y como piden muchos partidos pequeños, observamos algo curioso: la única gran beneficiada es IU. El resto de formaciones pequeñas no obtendrían ninguna representación por una razón lógica, que es que no alcanzan el umbral mínimo del 3%. Por estos sistemas y con el umbral provocando sus efectos, sólo el 40% de los partidos que tuvieron representación en 2008 la hubiesen tenido, porque el resto de partidos (la gran mayoría) no alcanzan el umbral mínimo y se quedarían fuera del parlamento. Por la circunscripción nacional no importa la fórmula electoral que se utilice, porque es el umbral el que marca el resultado de las elecciones. Sólo influiría la fórmula para repartir los escaños entre los cuatro partidos representados, y aquí ya sí que el modelo que garantiza más proporcionalidad (cociente de Haré) da a los dos partidos pequeños mucho más peso. La circunscripción única, por tanto, no cae en detrimento notable para los dos grandes partidos puesto que incluso pueden ver aumentada su representación su aplicamos D’hont, saliendo sólo perjudicados con el cociente de Haré.

 
CONCLUSIONES
Como finalización de esta investigación quiero sacar una última conclusión que nace de las palabras de dos autores importantes: mientras que los sistemas denominados mayoritarios maximizan la rendición de cuentas por parte de los miembros del Parlamento y la estabilidad y efectividad de los gobiernos, los pertenecientes a la familia de los proporcionales convierten la Asamblea legislativa en un microcosmos representativo de la pluralidad de opiniones presentes en una sociedad (Carey y Hix, 2008). Por tanto, para decidir cuál es el mejor sistema debemos tener en cuenta estas dos opciones, de la lucha entre la gobernabilidad y la representación de la pluralidad, de la batalla entre utilidad y justicia. Pero lo que ha quedado claro es que si lo que pretendemos en unas elecciones es elegir votar a un gobierno que gobierne, eso sólo vendrá del sistema mayoritario o de un sistema proporcional que beneficie a las mayorías, como es el sistema español.
 
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


·Aranda, José Luis (2011). Cómo habría quedado el Congreso con otra ley electoral. Publicado en El País. Consultado el 10 de diciembre de 2012 de: http://politica.elpais.com/politica/2011/11/22/actualidad/1321974726_397200.html
·Carey, John M. & Hix, Simon. (2008). The Electoral Sweet Spot: Low-Magnitude Proportional Electoral Systems. Disponible en:http://personal.lse.ac.uk/HIX/Working_Papers/Carey_Hix-Electoral_Sweet_Spot-13Oct08.pdf.
·Dezeraga Cáceres, Víctor (2002). Gobernabilidad. Aseguramiento estratégico de la gestión gubernamental. Consultado el 9 de diciembre de 2012 de: http://www.elprisma.com/apuntes/ciencias_politicas/gobernabilidad/
·J. Sodaro, Michael (2010). Política y Ciencia política. Una introducción. Edición revisada, pp. 156-160. Madrid: The McGraw-Hill Companies.
·Lijphart, Arend. (1995). Sistemas electorales y sistemas de partidos. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales.
·Montero, José Ramón (2009). Conferencia sobre La Ley electoral de 1977: intenciones y consecuencias.
·Montero, José Ramón & Riera, Pedro (2008). Informe sobre la reforma del sistema electoral. Consultado el 16 de octubre de 2012 de: http://consejo-estado.es/pdf/ANEXOII.pdf
 
·Montero, José Ramón & Riera, Pedro (2009). El sistema electoral español: Cuestiones de desproporcionalidad y de reforma. Anuario de la Facultad de derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, (nº 13),pp. 225-270
·Sotillo Buzarra, Javier, López Martín, Patricia & Lobo Machín, Rocío (). El sistema electoral italiano. Consultado el 11 de diciembre de 2012 de: http://portal.uam.es/portal/page/portal/UAM_ORGANIZATIVO/Departamentos/CienciaPoliticaRelacionesInternacionales/personal/irene_martin/pagina_personal_irene_martin/Sistemas%20Electorales/EL%20SISTEMA%20ELECTORAL%20ITALIANO.ppt
·Vallès, Josep María & Agustí Bosch (1997). El sistema electoral y sus elementos (II): La conversión de las preferencias electorales de designación de titulares de poder. Vallès, Josep María, y Agustí Bosch, Sistemas electorales y gobierno representativo(pp. 75-113). Barcelona: Editorial Ariel.