lunes, 20 de enero de 2014

Libertad individual contra libertad individual · La fractura del liberalismo respecto al aborto


Libertad individual contra libertad individual
La fractura del liberalismo respecto al aborto

INTRODUCCIÓN

El debate acerca del aborto siempre es generador de gran controversia puesto que la mayoría de las veces se entremezclan sentimientos, vivencias personales, creencias y principios enfrentados. Durante estos días, tras la noticia de que el Gobierno de España ha planteado una reforma de la Ley del aborto, rápidamente todos los agentes políticos se han posicionado bajo tres pilares claves: a favor, en contra y los siempre curiosos versos sueltos que no opinan ni lo uno ni lo otro. El enfrentamiento entre izquierda y derecha política ha estado servido durante semanas.
Este asunto, el del aborto, es capaz de abrir brechas sociales entre ideologías opuestas, pero también, como hemos visto, entre personas de un mismo partido. El Partido Popular ha vivido estos días una pluralidad de pensamientos acerca del aborto en el que mientras unos se han mantenido fieles a la propuesta de Gallardón, los otros la han matizado o se han opuesto diametralmente. Pero como los partidos no es el mismo que las ideologías, me quiero centrar en un debate que ha pasado desapercibido y que, bajo mi punto de vista, tiene una gran relevancia: ¿qué ha pasado dentro del seno de la ideología liberal? ¿por qué ha aparecido una brecha en el liberalismo en el tema del aborto? ¿por qué unos liberales tienen posturas a favor y otros en contra?

LA FRACTURA LIBERAL

La división entre liberales ha supuesto una conmoción dentro de este espectro ideológico y que ha sembrado descalificaciones de un lado a otro de la trinchera. Todos hemos podido ver cómo una y otra parte del liberalismo ha acusado a la contraria de traición a los principios liberales que se basan, fundamentalmente, en la libertad individual. Y no es para menos, puesto que los cimientos del debate se centran en la concepción de la vida humana.
Acostumbrados estamos ya algunos a que haya ciertos sectores del liberalismo que les encante ser los repartidores oficiales de carnets liberales, negando el debate respecto al aborto dentro del propio seno del liberalismo. Ello es consecuencia de una visión simplista de la enormidad y complejidad de la idea liberal.

El debate del aborto, lejos de discusiones religiosas estériles, se reduce a una simple cuestión: ¿considera usted que el no nacido es un ser humano? Y si no, ¿qué es? Esta es la raíz de la división del liberalismo.
Como liberales, el principio que uniforma dicha ideología es la libertad individual, es decir, el derecho de todo individuo de determinarse a sí mismo y a decidir cuál quiere que sea su rumbo vital. Todo individuo tiene derecho a tomar decisiones, pensar y actuar en consecuencia con esos pensamientos que afectan a uno mismo, siempre y cuando ello no afecte a la libertad del otro. Y, para más añadiduras, los liberales creen que ningún otro individuo puede hacer injerencias en esas libertades.
Pues bien, si atendemos a lo dicho, obtenemos los dos lados del lindero liberal: aquellos que opinan que el no nacido es un individuo, y aquellos que no.
Si el liberal piensa que el no nacido es un individuo, entonces ese ser humano tiene derecho a que nadie decida sobre su vida, puesto que es sujeto de libertad individual. Tendríamos, pues, dos individuos distintos, ambos con derechos individuales reconocidos y sobre los cuales no puede haber injerencias. Este sector del liberalismo está, por lo tanto, en contra del aborto.
Y si por el contrario se piensa que el ser que se encuentra dentro del útero materno no es un individuo, entonces se ha de concluir que forma parte del cuerpo de la madre y que esta madre tiene derecho a desprenderse de una parte de su cuerpo con total libertad y que, además, nadie puede prohibírselo, puesto que ello significaría atacar su libertad individual. Este sector del liberalismo está, por lo tanto, a favor del aborto.

 
MI POSICIÓN

Mi opinión al respecto, si es que aún no la ha deducido, se encuentra dentro de los liberales que opinan que el no nacido es un individuo y que, por lo tanto, tiene derecho a que no decidan acerca de si vive o muere. No quisiera definir mi opinión como de pro-vida, sino más bien como de pro-libertad, puesto que considero que el único ser que puede decidir sobre su propia vida es él mismo, y no otro individuo, ni tampoco el Estado. Es por ello que me posiciono a favor de la eutanasia siempre y cuando la decisión sea tomada de un modo libre por aquel que decide morir, y en contra de la pena de muerte, por ser una injerencia del Estado en la decisión de vivir de otro.

¿Cómo regularía yo esto si en mis manos estuviese? Es una pregunta complicada, puesto que la política actual basada en la prostitución de ideas, el político se ve empujado a regular todo por el término medio. Lo cual es una sana virtud, pero no con el aborto, porque se cae en absurdos e incoherencias de consecuencias grotescas.
Respondiendo a la pregunta, he de decir que me gusta ser coherente conmigo mismo, y aunque no siempre lo consigo, en este caso sí. Considero que el no nacido, como individuo, no puede ser impedido del ejercicio de sus derechos y libertades que como individuo tiene y, por lo tanto, ningún otro individuo puede decidir si vive o muere. Es por ello que me posiciono en contra del aborto en cualquier tipo de plazo o supuesto, excepto por el peligro serio y real que podría suponer para la vida de la madre el continuar con el embarazo. En este supuesto, como puede observar, confrontan dos vidas, la de la madre y la del no nacido y, mi posición es la de decantarme por la de la madre.
Considero que instaurar un sistema de plazos es en sí mismo un acto temerario, puesto que este sistema considera que hay un plazo fijo dentro del proceso prenatal en el que un ser pasa de ser un ente abstracto a un ser humano en cuestión de segundos. En la Ley del aborto de 2010 se permitía el aborto libre hasta las 14 primeras semanas (3 meses y 8 días). Imponer un plazo es ridículo puesto que el desarrollo fetal jamás es igual de uno a otro individuo y, por lo tanto, poner una fecha a la vida es un acto de despotismo jurídico de crueles consecuencias. ¿Acaso existen diferencias significativas entre el individuo de 13 semanas, 6 días, 23 horas, 59 minutos y 59 segundos y el mismo un segundo después?

 CONCLUSIÓN FINAL

Por todo lo dicho, concluyo que reducir este debate a una cuestión de liberales y no liberales, es absurdo, puesto que lo que verdaderamente se enfrenta es la libertad individual contra la libertad individual.