Libertad individual
contra libertad individual
La fractura del liberalismo respecto al aborto
El debate acerca del aborto siempre es generador
de gran controversia puesto que la mayoría de las veces se entremezclan
sentimientos, vivencias personales, creencias y principios enfrentados. Durante
estos días, tras la noticia de que el Gobierno de España ha planteado una
reforma de la Ley del aborto, rápidamente todos los agentes políticos se han
posicionado bajo tres pilares claves: a favor, en contra y los siempre curiosos
versos sueltos que no opinan ni lo uno ni lo otro. El enfrentamiento entre izquierda
y derecha política ha estado servido durante semanas.
Este asunto, el del aborto, es capaz de abrir
brechas sociales entre ideologías opuestas, pero también, como hemos visto,
entre personas de un mismo partido. El Partido Popular ha vivido estos días una
pluralidad de pensamientos acerca del aborto en el que mientras unos se han
mantenido fieles a la propuesta de Gallardón, los otros la han matizado o se
han opuesto diametralmente. Pero como los partidos no es el mismo que las
ideologías, me quiero centrar en un debate que ha pasado desapercibido y que,
bajo mi punto de vista, tiene una gran relevancia: ¿qué ha pasado dentro del
seno de la ideología liberal? ¿por qué ha aparecido una brecha en el
liberalismo en el tema del aborto? ¿por qué unos liberales tienen posturas a
favor y otros en contra?
LA
FRACTURA LIBERAL
La división entre liberales ha supuesto una
conmoción dentro de este espectro ideológico y que ha sembrado
descalificaciones de un lado a otro de la trinchera. Todos hemos podido ver
cómo una y otra parte del liberalismo ha acusado a la contraria de traición a
los principios liberales que se basan, fundamentalmente, en la libertad
individual. Y no es para menos, puesto que los cimientos del debate se centran
en la concepción de la vida humana.
Acostumbrados estamos ya algunos a que haya
ciertos sectores del liberalismo que les encante ser los repartidores oficiales
de carnets liberales, negando el debate respecto al aborto dentro del propio
seno del liberalismo. Ello es consecuencia de una visión simplista de la
enormidad y complejidad de la idea liberal.
El debate del aborto, lejos de discusiones religiosas
estériles, se reduce a una simple cuestión: ¿considera usted que el no nacido
es un ser humano? Y si no, ¿qué es? Esta es la raíz de la división del
liberalismo.
Como liberales, el principio que uniforma dicha
ideología es la libertad individual, es decir, el derecho de todo individuo de
determinarse a sí mismo y a decidir cuál quiere que sea su rumbo vital. Todo
individuo tiene derecho a tomar decisiones, pensar y actuar en consecuencia con
esos pensamientos que afectan a uno mismo, siempre y cuando ello no afecte a la
libertad del otro. Y, para más añadiduras, los liberales creen que ningún otro individuo
puede hacer injerencias en esas libertades.
Pues bien, si atendemos a lo dicho, obtenemos los
dos lados del lindero liberal: aquellos que opinan que el no nacido es un
individuo, y aquellos que no.
Si el liberal piensa que el no nacido es un
individuo, entonces ese ser humano tiene derecho a que nadie decida sobre su
vida, puesto que es sujeto de libertad individual. Tendríamos, pues, dos
individuos distintos, ambos con derechos individuales reconocidos y sobre los
cuales no puede haber injerencias. Este sector del liberalismo está, por lo
tanto, en contra del aborto.
Y si por el contrario se piensa que el ser que se
encuentra dentro del útero materno no es un individuo, entonces se ha de
concluir que forma parte del cuerpo de la madre y que esta madre tiene derecho
a desprenderse de una parte de su cuerpo con total libertad y que, además,
nadie puede prohibírselo, puesto que ello significaría atacar su libertad
individual. Este sector del liberalismo está, por lo tanto, a favor del aborto.
MI
POSICIÓN
Mi opinión al respecto, si es que aún no la ha
deducido, se encuentra dentro de los liberales que opinan que el no nacido es
un individuo y que, por lo tanto, tiene derecho a que no decidan acerca de si
vive o muere. No quisiera definir mi opinión como de pro-vida, sino más bien
como de pro-libertad, puesto que considero que el único ser que puede decidir
sobre su propia vida es él mismo, y no otro individuo, ni tampoco el Estado. Es
por ello que me posiciono a favor de la eutanasia siempre y cuando la decisión
sea tomada de un modo libre por aquel que decide morir, y en contra de la pena
de muerte, por ser una injerencia del Estado en la decisión de vivir de otro.
¿Cómo regularía yo esto si en mis manos estuviese?
Es una pregunta complicada, puesto que la política actual basada en la
prostitución de ideas, el político se ve empujado a regular todo por el término
medio. Lo cual es una sana virtud, pero no con el aborto, porque se cae en
absurdos e incoherencias de consecuencias grotescas.
Respondiendo a la pregunta, he de decir que me
gusta ser coherente conmigo mismo, y aunque no siempre lo consigo, en este caso
sí. Considero que el no nacido, como individuo, no puede ser impedido del
ejercicio de sus derechos y libertades que como individuo tiene y, por lo
tanto, ningún otro individuo puede decidir si vive o muere. Es por ello que me
posiciono en contra del aborto en cualquier tipo de plazo o supuesto, excepto
por el peligro serio y real que podría suponer para la vida de la madre el
continuar con el embarazo. En este supuesto, como puede observar, confrontan
dos vidas, la de la madre y la del no nacido y, mi posición es la de decantarme
por la de la madre.
Considero que instaurar un sistema de plazos es en
sí mismo un acto temerario, puesto que este sistema considera que hay un plazo
fijo dentro del proceso prenatal en el que un ser pasa de ser un ente abstracto
a un ser humano en cuestión de segundos. En la Ley del aborto de 2010 se
permitía el aborto libre hasta las 14 primeras semanas (3 meses y 8 días). Imponer un plazo es
ridículo puesto que el desarrollo fetal jamás es igual de uno a otro individuo
y, por lo tanto, poner una fecha a la vida es un acto de despotismo jurídico de
crueles consecuencias. ¿Acaso existen diferencias significativas entre el individuo
de 13 semanas, 6 días, 23 horas, 59 minutos y 59 segundos y el mismo un segundo
después?
Por todo lo dicho, concluyo que reducir este
debate a una cuestión de liberales y no liberales, es absurdo, puesto que lo
que verdaderamente se enfrenta es la libertad individual contra la libertad
individual.